El manejo del dolor

¿Te sientes triste, deprimido?
¿Sientes que un dolor muy grande te aprisiona el cuerpo y te impide respirar?

Muchas veces me he sentido así. Sin saber porqué.
He descubierto a través de la oración de sanación que muchas veces el dolor del alma, es causado por las marcas que dejan en ella las experiencias que tenemos durante nuestra vida.
Se ha descubierto que desde el momento en que somos concebidos, empezamos a acumular experiencias y recuerdos.

¿Te has preguntado porqué tienes el tono de voz o alguna actitud de un familiar al que tú ni siquiera conoces o recuerdas?
¿Te ha sucedido que alguien te comenta: "Caray, asi se paraba o así caminaba tu papá o tu abuelito"?

Es lo que se llama "memoria intrauterina". El bebé en el vientre capta no sólo las emociones de su mamá, también capta las voces e intuye las actitudes de los demás.
Desde ahí vamos acumulando recuerdos; muchos de ellos, dolorosos.

Te voy a comentar por ejemplo que yo no conocí a mi hermano, sino hasta 16 años después de su nacimiento. Y cuando lo conocí, no pude dejar de asombrarme al ver en él movimientos, actitudes, la forma de caminar, el tono de hablar de mi papá, a quien él no conocía.
Te comentaré además que mis papás se separaron cuando mi mamá estaba embarazada.

¿Cómo podía entonces mi hermano recordar e imitar la voz, las actitudes, el tono de nuestro papá?
Ahora lo sabemos. Por la memoria intrauterina. Muchos de nuestros dolores vienen siendo arrastrados desde ahí.

También los dolores que sufrimos de pequeños, aquellos que te dejan una punzada en el corazón sin saberlo tú mismo, marcan el alma y la ensucian. Como la muerte de un ser cercano a tí.

Te comento por ejemplo la muerte de un primo que marcó a toda su familia, forzándolos a vivir a cada uno en su propia isla. A sus hermanos mayores, a sus hermanos menores, a sus padres. Causando la separación de éstos.

Es una historia larga que quiero contarte:
Mi primo era muy inquieto, muy latoso, según los demás; yo diría que era como muchos niños que tienen mucha energía y necesitan sacarla.
Murió en un accidente camionero, al abrir por curiosidad la puerta trasera del camión. Murió instantaneamente.
Había subido al camión, sin permiso de sus padres, por su propia cuenta.

Y su muerte llenó de culpa a todos:
Su papá culpaba a su mamá por no saber cuidarlo. Su mamá, culpaba a su papá porque por tomar tanto, no solventaba los gastos de la casa y ella tenía que trabajar.
Sus hermanos mayores, culpaban a sus padres a uno por borracho y a la otra, por no tener carácter. Y ni su papá era borracho, ni su mamá falta de carácter.

La hermana encargada de cuidar a sus hermanos menores, en ése tiempo, una chiquilla de 10 años, se sintió culpable por no cuidarlo bien.
Su hermano mayor que él por dos años, se sintió culpable por pelear siempre con él.
Su hermano menor, culpaba a todos por no cuidar de aquél que era su compañero y su modelo a seguir.

Y así, cada uno cargando su culpa, y cargándole a los demás la culpa que ellos no podían cargar, se convirtieron en islas. Sin saber que ninguno era culpable, que todo fué un accidente y sin ponerse a pensar que mi primo mismo, con su desobediencia se acarreaba tantos problemas.

En la actualidad, ésta familia son hombres y mujeres, con hijos y nietos y que siguen cargando éste gran peso, porque no saben que cargan con él.
Han vivido la mayor parte de su vida, alejados unos de los otros sin saber el porqué cada uno siente repeler al otro.

La culpa es pues, el gran mal que cargamos todos. Culpas en la mayoría de las veces que no son nuestras y lo peor es que cargamos a los demás con ésas culpas.

El día que aprendamos a manejar ésas culpas. El día que aprendamos a distinguir cuáles son realmente nuestras, las afrontemos , nos encaremos a ellas y aceptemos la responsabilidad que nos corresponde, estaremos dando el primer paso hacia la rehabilitación de nuestra alma.

Empezaremos a sacar el dolor e iremos permitiendo entrar en ella, el amor que sin saberlo nosotros, rodea a nuestra alma.

Es algo así como tener un recipiente lleno de amor, en el que hemos permitido entrar al dolor y lo hemos dejado crecer tanto que termina por desplazar al amor. Este amor se ha quedado afuera, pero no se ha alejado.

Cuando empezamos a limpiar el recipiente, sacando el dolor, el amor ocupa el lugar que inicialmente ocupaba, el lugar que siempre ocupó.

¿Te has preguntado porqué muchas veces te encuentras cerca de una persona a la que detestas y a la que antes amabas y no puedes alejarte de ella? Porque has permitido que el dolor de la culpa, crezca en tí. Culpas ciertas o culpas inciertas y que te impiden amar a quien antes amabas.

Y ésas culpas te dañan sólo a tí, a nadie más.
En la actualidad, existen grupos que te pueden ayudar a aprender a manejar tus emociones y con ello, a limpiar tu alma, a dejarla resplandeciente como es al sernos entregada.

Te invito pues, a buscar en ésos grupos la ayuda que necesitas, que necesitamos todos, pues todos cargamos experiencias que llenan nuestra vida de dolor.

Te invito a conocer a Dios, através de la oración, através de los sacramentos. Verás con el tiempo, que tu recipiente se llena de amor nuevamente, que la luz entrará en las tinieblas trayendo la paz.