Puntadas de familia
En méxico, la Iglesia ha sido víctima de muchos agravios y ataques. Los peores son los asesinatos.
Asesinatos que dejan dolor en toda la iglesia, porque son nuestros hermanos, los caídos. Hermanos amados y hermanos que han amado a Dios y a sus semejantes
De acuerdo a nuestra fé, ellos ya descansan en la paz de Cristo nuestro Señor, pero dejan un gran vacío en sus familias, en sus dióscesis, en la Iglesia mexicana y finalmente, en la Iglesia mundial.
El mundo no volverá a ser igual sin ellos.
"Si éstos callan, las piedras gritarán" Lc 19, 40.
En mi concepto, creo que mi labor ante cada caido, mi mejor homenaje, es seguir su ejemplo. Confieso que antes, me llenaba de temor. Me imaginaba en mi poco conocimiento, a los sacerdotes como al "chapulín colorado". ¿"Y ahora quien podrá salvarme?".
Cada sacerdote o laico caído es un gran dolor, porque "es mucha la mies y pocos los obreros" (Mt 9 35-38) Pero finalmente, es Cristo quien dirige nuestra barca. Y El proveerá.
A cada uno de nosotros, nos toca seguir llevando nuestra cruz hasta que Dios quiera que así sea. La luz que deja cada caído, no se apaga.
Su luz continúa iluminando el camino de los que han estado a su lado. Esa es la maravilla de la fé, la maravilla de Cristo en nuestras vidas.
Personalmente, quiero mucho a los sacerdotes, me duele cada asesinato, pero me alegra que descansen ya en paz porque han entrado por la puerta que conduce a Dios, tendrán la dicha de ver su rostro y sentir su amor en plenitud.
Me preocupa, sin embargo, el hecho en sí: el asesinato. Porque demuestra la violencia que se vive en el país. Donde hay violencia, no hay paz. Y donde no hay paz, es porque Cristo no está en sus vidas. Eso es triste.
Triste por los asesinos, porque no viven en paz, no viven con alegría, no viven con amor, porque no han descubierto que Cristo los ama tanto que dió su vida por nosotros, aún por aquellos que no viven bien, como en éste caso.
En méxico, la Iglesia ha sido víctima de muchos agravios y ataques. Los peores son los asesinatos.
Asesinatos que dejan dolor en toda la iglesia, porque son nuestros hermanos, los caídos. Hermanos amados y hermanos que han amado a Dios y a sus semejantes
De acuerdo a nuestra fé, ellos ya descansan en la paz de Cristo nuestro Señor, pero dejan un gran vacío en sus familias, en sus dióscesis, en la Iglesia mexicana y finalmente, en la Iglesia mundial.
El mundo no volverá a ser igual sin ellos.
"Si éstos callan, las piedras gritarán" Lc 19, 40.
En mi concepto, creo que mi labor ante cada caido, mi mejor homenaje, es seguir su ejemplo. Confieso que antes, me llenaba de temor. Me imaginaba en mi poco conocimiento, a los sacerdotes como al "chapulín colorado". ¿"Y ahora quien podrá salvarme?".
Cada sacerdote o laico caído es un gran dolor, porque "es mucha la mies y pocos los obreros" (Mt 9 35-38) Pero finalmente, es Cristo quien dirige nuestra barca. Y El proveerá.
A cada uno de nosotros, nos toca seguir llevando nuestra cruz hasta que Dios quiera que así sea. La luz que deja cada caído, no se apaga.
Su luz continúa iluminando el camino de los que han estado a su lado. Esa es la maravilla de la fé, la maravilla de Cristo en nuestras vidas.
Personalmente, quiero mucho a los sacerdotes, me duele cada asesinato, pero me alegra que descansen ya en paz porque han entrado por la puerta que conduce a Dios, tendrán la dicha de ver su rostro y sentir su amor en plenitud.
Me preocupa, sin embargo, el hecho en sí: el asesinato. Porque demuestra la violencia que se vive en el país. Donde hay violencia, no hay paz. Y donde no hay paz, es porque Cristo no está en sus vidas. Eso es triste.
Triste por los asesinos, porque no viven en paz, no viven con alegría, no viven con amor, porque no han descubierto que Cristo los ama tanto que dió su vida por nosotros, aún por aquellos que no viven bien, como en éste caso.
Un hombre herido que buscaba esconderse de sus rivales, en el único lugar que tenía las puertas abiertas, como es el templo, encontró ayuda en sus últimos momentos en éstos dos sacerdotes que salieron a ver lo que sucedía cuando oyeron ruidos extraños y lo auxiliaron sin importar si era o no, un delincuente.
Descansen en paz. El rostro de Dios ilumine sus rostros y los llene con su Amor.
Dejo reseñas :
Descansen en paz. El rostro de Dios ilumine sus rostros y los llene con su Amor.
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CELAYA, Gto.- (OEM-Informex).- En los últimos 31 años, en el país se cometieron 79 atentados contra sacerdotes, religiosos e integrantes de la Iglesia Católica, de los cuales dos ocurrieron en Guanajuato, así lo dio a conocer la Unidad de Investigaciones Especiales del Centro Católico Multimedial (CCM) en el ‘Reporte Anual 2021: Situación de la Iglesia Católica ante la violencia en México’
Este informe fue preparado por el Padre Sergio Omar Sotelo Aguilar SSP, director del CMM; y Guillermo Gazanini Espinoza, coordinador de la Unidad de Investigación del CCM, en donde se destaca que:
“México sigue siendo un país peligroso para ejercer el sacerdocio en América Latina”, y es que, las víctimas de los atentados han sido: Un cardenal, 61 sacerdotes, un diácono, cuatro religiosos, nueve laicos, un periodista católico, además de que hay dos sacerdotes desaparecidos.
Fuente: Aristegui en vivo.
Dos sacerdotes jesuitas, Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales, fueron asesinados por presuntos miembros del crimen organizado al interior de un templo de la comunidad Cerocahui, en Chihuahua, este lunes, cuando sujetos armados perseguían a un hombre que se refugió en la sede religiosa.
Cariñosamente, se les conocía como 'Morita' y 'El Gallo', de 81 y 79 años respectivamente
Joaquín César Mora Salazar, “Morita” nació el 28 de agosto de 1941 en Monterrey, Nuevo León, y desde 1958 se integró a la comunidad jesuita. De acuerdo con información compartida por la orden religiosa, Mora Salazar fue nombrado sacerdote en 1971.
En la década de los 70 fue misionero en la Sierra Tarahumara a donde regresó a finales de los 90. Desde el 2000 fungió como Vicario Parroquial en Chínipas, hasta 2006; posteriormente fue Vicario Cooperador en Cerocahui, Chihuahua, desde 2007 hasta la fecha.
Javier Campos Morales, “el Gallo”, nació el 13 de febrero de 1943 en la Ciudad de México. Ingresó a la Compañía de Jesús el 14 de agosto de 1959 y en 1972 se ordenó como sacerdote. Un año después empezaría su misión como superior local, vicario pastoral y episcopal en la Sierra Tarahumara, en la comunidad de Norogachi.
“El Gallo” llegó a ser Párroco en Guachochi (1974-1983), en Chinatú (1987 – 1999), en Cerocahui (1996 – 2016). Desde 2019 y hasta antes de su asesinato, fue Superior de la Misión Jesuita, Párroco, Vicario de Pastoral Indígena de la Diócesis de Tarahumara, Asesor Regional de CEB’S (Comunidades Eclesiales de Base).
Los sicarios que ingresaron a perpetrar los homicidios se llevaron los cuerpos de los curas del lugar, por lo que la Compañía de Jesús, la orden religiosa a la que pertenecían, condenó los actos de violencia y pidió que se recuperen los restos mortales de ambos.
Hasta este 21 de junio se desconoce el paradero de los cuerpos de Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, sacerdotes jesuitas de la comunidad de Cerocahui, Chihuahua, asesinados por hombres armados el lunes, al interior del templo de la comunidad.
“Nos estamos moviendo en todos los niveles (de gobierno) porque obviamente hay un tema primero, la seguridad de los que están ahí“, explicó Hernán Quezada, jesuita del equipo de gobierno de la Compañía de Jesús, en entrevista para Aristegui en Vivo.
Quezada detalló que Javier Campos y Joaquín César Mora se encontraban en una reunión en la casa de la comunidad pegada al templo de Cerocahui cuando escucharon ruidos en la iglesia. El primero en acudir al lugar fue Javier “el Gallo”, de 79 años, y le siguió Joaquín “Morita”, de 81 años, ahí encontraron a un hombre que trataba de esconderse de un grupo de personas armadas que trataban de matarlo.
“Mataron al hombre que perseguían y también a Javier y Joaquín, se llevaron los cuerpos… otro jesuita pudo ver que los estaban levantando, trató de que no lo hicieran, por suerte no lo mataron, pero no tenemos los cuerpos”, narró el sacerdote.
Explicó que ambos sacerdotes tenían años en la comunidad de Cerocahui, comunidad localizada en la Sierra Tarahumara, en el municipio de Urique. Javier y Joaquín, dijo, eran parte del pueblo, gente queridísima, respetada y amada por las personas de la Sierra Tarahumara, figuras misionales para nosotros, amadísimos.
“Cuando sucede una situación así dentro del templo, decimos ¿existe algún límite? ¿existe algo que pudiera contener esta situación tan terrible de violencia que atravesamos?“, cuestionó el sacerdote Quezada.
Los hechos de violencia ocurrieron desde la tarde del 20 de junio, pero Quezada explicó que no se dio a conocer hasta ahora por temor a la seguridad y bienestar tanto del equipo pastoral, conformado por otros jesuitas, religiosas y laicos que viven allá y que han decidido mantenerse en ese lugar, como de la comunidad de Cerocahui.
“Tememos el ‘qué sigue’, es una situación muy compleja. Ese el primer punto que nos tiene muy preocupados y el siguiente punto es recuperar los cuerpos de nuestros hermanos, también otro punto complejo”, aseguró.
Hernán Quezada aclaró que para la Compañía de Jesús el tema principal no es el de atrapar un culpable, si no de todo lo que se está mostrando con el asesinato de Javier y Joaquín. “Coincidimos en este deseo de decir, bueno que la sangre de nuestros hermanos pueda ser fermento para que llegue la paz que tanto necesitamos en nuestro país“.
Ciudad de México.- Los cuerpos de dos sacerdotes que fueron asesinados luego de que presuntamente intentaran proteger a una persona que era perseguida, no son localizados y se presume que fueron robados por el líder criminal José Noel Portillo, alias «El Chueco», esto de acuerdo con el medio local “El Diario”, en Chihuahua.
“Robó los cuerpos de los sacerdotes después de asesinarlos en su iglesia de Cerocahui localizada en las Barrancas del Cobre de la sierra chihuahuense”, se lee en la información de ese portal.
Por otro lado la congregación la Compañía de Jesús en México (comunidad jesuita), pidió que se recuperen a la brevedad los dos cuerpos de los sacerdotes asesinados.
«Condenamos estos hechos violentos, exigimos justicia y la recuperación de los cuerpos de nuestros hermanos que fueron sustraídos del templo por personas armadas», citaron en el texto que compartieron en sus redes sociales.
Aparentemente el ataque ocurrió después de que un hombre se refugiara en una iglesia para resguardarse de un ataque entre grupos armados, sin embargo el victimario lo agredió en el interior, al igual que a dos sacerdotes que se encontraban también en el templo.
Por su parte, el padre Hernán Quezada, miembro del equipo de gobierno de los jesuitas de México, señaló que la Compañía de Jesús denunció el asesinato de Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, integrantes de la comunidad, el lunes dentro del templo de Cerocahui en Chihuahua.
El portal “El Diario” informó que “El Chueco” es buscado por múltiples delitos cometidos desde la región turística de Creel hasta Sinaloa. “En el 2018 mato al profesor norteamericano, Patrick Braxton, un crimen que sigue impune. Es buscado por los gobiernos americano y mexicano”. (EL UNIVERSAL)